Especies de gnomos
Gnomos del bosque y de las dunas: reacios al hombre.
Gnomos de jardín: de carácter sombrío y gran cultura, a quienes les placen los cuentos melancólicos. Muchas veces, avasallados por el crecimiento de las ciudades, se van al bosque pero generalmente regresan, pues su cultura les es incompatible con esa vida.
Gnomos de granja y gnomos caseros: grandes conocedores del género humano, hablan y comprenden el idioma. Son de buen corazón y están siempre dispuestos para las travesuras, pero nunca con maldad.
Por último, existen los gnomos siberianos, quienes son parecidos por su carácter malévolo a los Trolls o espíritus malignos.
Entre ellos, conviven otras criaturas descuidadas por el hombre, a las que Ricardo y ......... también les han dado albergue.
Los elfos
Retazos de historia
En la Edad Media se les aplicó este nombre a una pequeña raza de hombres que habitaban en cavernas y subterráneos de Escandinavia. Las leyendas populares los describen como una especie de duendes feos y deformes, con enredadas cabelleras y provistos de un arco y flechas de piedra que disparan con certera y mortal puntería. Se les atribuyen poderes mágicos, tanto para realizar el mal como para proteger a los débiles. En su mayoría eran perversos y se dedicaban al robo de niños, que sustituían por sus hijos idiotizados.
La raza tradicional de los Elfos tenía caracteres simios y sus brazos eran tan largos que podían llegar a sus tobillos.
Percepción contemporánea
La mitología fue variando y hoy son vistos como espíritus etéreos de la naturaleza a los que les encanta bailar despreocupadamente mientras tañen sus instrumentos de cuerda. Viven bajo tierra, a veces en el agua, encima de ella y, preferentemente, en manantiales. Otros escogen el aire o las ramas de grandes árboles y de vez en cuando adoptan la forma de un animal. No son malignos, pero se han dado casos en los que sus bromas han causado tristes consecuencias. Hay machos, hembras y asexuales. Muchos también gozan de alas que los remontan por los bosques. Su pequeño tamaño (entre 10 y 30 cm.) contrasta con su gran nivel de inteligencia y enorme capacidad de concentración.
Los Enanos
Criaturas de sexo masculino que, actualmente casi extintos, sólo se pueden hallar en bosques inhóspitos y montañas. Extraen oro y plata de las minas y viven en grupos. Son expertos en labrar los metales y suelen ser bondadosos, salvo algunos exiliados que pueden dedicarse al mal. Si un enano cae en manos humanas, suele negociar su libertad con oro. Tengan la edad que tengan, son imberbes y miden todas por debajo del metro veinte.
Los duendes
Destellos históricos
Los duendes son seres intermedios entre los espíritus y los hombres, con poderes sobrenaturales, parecidos a los que se les atribuyen a los hechiceros y a las brujas. Este poder mágico les permite adoptar diferentes formas y hacerse invisibles. Son asexuales.
En el Edda se distinguen dos clases: los duendes blancos, que viven sobre la tierra y los negros, habitantes de cuevas subterráneas.
Su país se ha situado en diversos lugares. En Irlanda se dice que habitaban en los montículos funerarios conocidos por sid, y Gervasio de Tilbury dice que se entraba a dicho país por un pasaje subterráneo. En otras tradiciones el país de los duendes está en islas fabulosas o en las aguas de ciertos ríos, lagos o mares, y sólo se accede por pozos o excavaciones profundas. También se lo ha representado como un país íntimamente ligado al nuestro, pero invisible para los mortales. Las tribus de las islas de Fidji creen en los duendes de mar, a los que rinden un culto secreto, mientras en Nueva Guinea suponen que existe un pueblo subterráneo, maléfico y peligroso, habitado por los duendes.
En cambio los jinn o jann de los árabes, mencionados en las Mil y una noches, también invisibles, viajan en las nubes tempestuosas de arena y sólo se les puede dominar por el hierro o con la evocación de nombres divinos; el pueblo para congraciarse con ellos les llama "los benditos".
Interpretaciones
Por su estatura y aptitudes, se ha supuesto que podrían ser formas de degeneración de antiguas divinidades. Otros autores opinan que podrían ser los integrantes de una raza pequeña y desposeída por conquistadores de mayor tamaño. También se los ha considerado como espíritus de la naturaleza, de los árboles y los bosques.
Cualidades
Los duendes pueden ser hermosos y bien proporcionados como los de las leyendas españolas; o contrahechos y monstruosos, como los germánicos.
Viven en comunidad, dentro de las montañas y las minas. Son amantes de las piedras preciosas y los metales que trabajan como especialistas en la metalurgia.
Tienen gran afición a la música, al canto y al baile, actividades que realizan por la noche. En ocasiones engañan a los mortales, llevándolos a sus danzas nocturnas o arrastrándolos a su reino.
Si se los daña, son vengativos y crueles. Golpean al responsable, lo hacen tropezar y caer, le producen graves enfermedades y hasta tienen el poder de llevarlos a la muerte. Pero no siempre se entretienen en jugar malas pasadas y causar daños graves, limitándose a dar formas transitorias risibles o ridículas a aquel que los trató mal; también pueden cambiar de lugar los muebles e incluso hacer que el hombre abandone su hogar.
Otras veces asisten a los mortales en sus quehaceres o apuros y son generosos, contentándose con poco, como el duende doméstico que se satisface con leche. Desaparecen con el alba, y se disgustan si son sorprendidos por mortales, a los que en tal caso encandilan, embrujan o ciegan.
Goya, en unos de sus caprichos escribe: "Luego que amanece huyen, cada cual para su lado, brujas, duendes, visiones y fantasmas." Se les atribuye un prodigioso conocimiento sobre los poderes de la naturaleza, que les permite adivinar dónde se encuentran las cosas desaparecidas y descubrir las invisibles.
El duende de casa, mencionado en el siglo XIII por Gervasio de Tilbury, habita en la casa o en el establo y es enemigo de la pereza. Ayuda al amo de casa sin recibir más recompensa que una capa o un sombrero nuevo. Goya comenta uno de los aguafuertes de su Caprichos: "Los duendecitos son la gente más hacendosa y servicial que puede hallarse; como la criada los tenga contentos, espuman la olla, cuecen la verdura, friegan, barren y acallan al niño."
La pequeña estatura que se les atribuye se relaciona por su semejanza con las almas de los muertos, representadas en la antigua cerámica griega como diminutos hombrecitos, lo mismo que en los bajorrelieves egipcios o en los libros del Mahabharata de la India.
Atuendos
Sus vestidos son verdes, rojos o pardos, como los de los gnomos, o grises como los de las leyendas alemanas.
Su oficio
La habilidad metalúrgica que se les atribuye se explica por lo misterioso de este arte en las primeras edades de la humanidad, y porque se supone que los duendes viven, en general, bajo tierra.
Día a día, el hombre los va olvidando
TRUILA Y MILTAR
Esta es la historia de Truila y Miltar, tal como me la contó Karyl, el más viejo entre los gnomos, en un atardecer de verano, mientras los árboles estaban serenos y apacibles, como si pensaran en recuerdos lejanos. Un atardecer de verano en que la luz y la sombra parecían confundirse.
Truila, el gnomo que se quedó niño, y por eso no llevaba barba y por eso sus ojos están llenos de simpleza y de luz; Truila, el gnomo niño, tenía allá entre las retorcidas raíces de la encina una maravillosa colección de reflejos. Así como hay gnomos que cuidan el sueño invernal de los árboles, para que no despierten antes de tiempo, y gnomos que enseñan a las luciérnagas recién nacidas a encender y apagar sus lámparas, y gnomos que guían a sus hormigueros a las hormigas extraviadas, y gnomos que tejen la luz de la luna los sueños de los niños, Truila, el gnomo niño, reunía en su casita todos los reflejos que encontraba, para que los demás gnomos se recreasen mirándolos.
En su resplandeciente museo, al lado de la luna mirándose en una charca, estaba el blanco destello de los colmillos del gato montés; y junto a un rayo de sol que resbalaba sobre una hoja brillaba el mirar dulce y profundo de las gacelas. Y también las estrellas, recogidas todas en una gota de rocío, y el arco iris producido por el sol al herir una aguja de hielo, y también... Muchas veces el pájaro de la aurora alzaría su vuelo, si nos pusiéramos a detallar todo lo que había en aquel museo.
Por ese tesoro, Truila, el gnomo que se quedó niño, era considerado uno de los gnomos más ricos en el país de los gnomos. Pero no faltaban los envidiosos, que le decían que su colección nada valía al lado de la de Miltar, el gnomo triste, el de los ojos siempre en sombra, el gnomo que reunía penumbras allá en su casita oculta en lo hondo del barranco.
Sería tan difícil enumerar todo lo que había en el tesoro de Miltar, el gnomo triste... Sería tan difícil como pretender nombrar una por una todas las piedrecitas de color que día a día va lavando el arroyuelo de la montaña. Dicen los que aún recuerdan que allí estaba la paz oscura del nido de hornero, la sombra melancólica de un sauce sobre el río, la penumbra llena de lejanos rumores de un caracol vacío. Y el pasado misterio de una noche sin luna ni estrellas, y la tiniebla circular que parecen abrigar los pies de los hongos sombrerudos... Sería tan difícil enumerar todo el tesoro de Miltar, el gnomo triste...
Sí. No quedaban dudas de que Miltar era uno de los gnomos más afortunados. Pero los envidiosos ponderaban ante él el tesoro de Truila, el gnomo niño, y hasta agregaban que éste se burlaba de la colección de penumbras.
Y tanto hicieron los envidiosos, que Miltar consideró insuficiente su riqueza de sombras, y se dedicó con afán a conseguir alguna nueva penumbra, algo que hiciese exclamar a todos: "Cosa que iguale en valor a ésta no hay en el tesoro de Truila ".
Y Truila a su vez quiso humillar para siempre a Miltar encontrando algún resplandor nuevo, tan extraordinario que de él todos dijesen: " ¿De qué vale todo el tesoro de Miltar ante semejante hallazgo?"
Caviló y caviló Truila, el gnomo niño, allá en su casita oculta entre las raíces de la encina. ¿Cómo conseguir ese resplandor extraordinario? Caviló y caviló, hasta que por fin imaginó atrapar todos los rayos de la luna que plateaban las hojas del bosque. Y decidió construir una trampa para cazarlos y llevárselos a su casita, reunidos en un haz maravilloso.
En una de sus tantas correrías hasta las casas de los hombres, había visto cómo al salir la luna todos sus rayos asomaban por sobre un viejo muro que rodeaba un jardín. Y tras mucho pensar en la manera de atraparlos en el preciso instante que empezaran a asomar, encontró la solución: pondría en lo alto del muro muchos trozos de vidrio, y en ellos se enredarían los rayos de la luna cuando viniesen a alumbrar el jardín.
Sin decir nada a nadie, se fue hasta las casas de los hombres, y durante todo un día trabajó en el jardín preparando la trampa. Y cuando llegó la noche, quedose al acecho aguardando la aparición de la luna.
Estaba Truila escondido, vigilando su trampa, cuando del otro lado del jardín llegó Miltar, el gnomo triste. Venía a recorrer la sombra llena de recuerdos que anidaba entre las grietas del viejo muro. Sobre éste quiso trepar Miltar, para iniciar la búsqueda de su sombra. Y no vio los trozos de vidrio, y su mano se desgarró al apoyarse en ellos.
Roja y cálida brotó la sangre, y destellos del sol poniente tuvo la luna al herir los vidrios ensangrentados. Corrió Truila hasta el muro, maravillado ante el nuevo reflejo. Y vio entonces a Miltar, el gnomo triste, con su mano desgarrada, que le miraba con sus ojos llenos de sombra.
Todos los reflejos se borraron entonces para Truila, y una pena muy grande anidó en su corazón y ensombreció su frente. Miltar, un pobre gnomo triste, tenía su mano desgarrada, y él, Truila, era el culpable, todo por querer ser el primero, el gnomo más rico entre los gnomos. Bajó la cabeza, dejó manar el tibio arroyo de lágrimas.
Vio Miltar la sombra que ensombreció la frente de Truila, el gnomo niño. ¿Qué sombra entre todas sus sombras podía igualarse a la que oscurecía la frente de Truila, que le estaba revelando que éste podía ser su amigo?
En sus ojos llenos de sombra, brilló entonces un límpido destello... ¡Él, Miltar, el gnomo triste, tenía un amigo!
Y vio Truila el destello alegre que iluminaba los ojos de Miltar, y comprendió que este reflejo tan pequeñito y nuevo sobrepasaba a todos los reflejos que guardaba en su casita, allá entre las retorcidas raíces de le encina... El puro destello de un par de ojos que descubren un amigo...
Nunca más rivalizaron Truila, el gnomo niño, y Miltar, el gnomo triste. Reunieron sus dos tesoros y anduvieron desde entonces siempre juntos.
Y son los envidiosos, los que quieren hacer recordar a Miltar que Truila le desgarró una vez la mano, los que siguen poniendo trozos de vidrio sobre los muros.
Y los pobres rayos de luna, que nada tienen que ver con esto, siguen enredándose en ellos...